miércoles, 1 de mayo de 2013

Sobre la indudable existencia de dios



diumenge 23 de setembre de 2012

Sobre la indudable existencia de dios


Querido lectorado:  


---[ A mí no me miréis con esa cara  :-) , que yo me voy a limitar a transcribir un fragmento de un texto del futuro que, por vías que ahora mismo no puedo aún desvelar, llegó hace algún tiempo a mis manos. O sea, que transcribo, y callo (cosa rara) ]--- 

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No obstante los abiertos desprecios y las irritadas reconvenciones de la ciencia oficial, nuestras paracientíficas no menospreciaron ni ignoraron fuente alguna posible de conocimiento, y sí que miraron si lo que sabíamos gracias al acervo científico podía ayudar también en su tarea, y así se constató que sí que había algo, algo que la ciencia había determinado, ya en vuestra época, y que quizá nos pudiera ser útil para el desarrollo de este nuevo enfoque que, pensábamos, se había dado a la Metafísica. 

Pero, para exponerlo en detalle, será preciso poner en vuestro conocimiento que, por lo que sabemos sobre lo que sabíais y padecíais vosotras, más cosas de nuestro tiempo no podrán por menos de dejaros bastante sorprendidas y resultaros chocantes a tope. Bien, o quizá no tanto, me es difícil preverlo o valorarlo con precisión, claro. 

Así, por ejemplo, y aunque como se ha dicho no existe desde hace mucho religión alguna en nuestra sociedad, nadie duda hoy en día, y sin que ello suponga sumisión o coerción de ningún tipo en nuestras vidas cotidianas, de que exista, y en él estamos todas inmersas, un Dios o Ser Supremo que todo lo abarca, nada puede tener existencia propia al margen de él porque es el principio y fin de todas las cosas, todo lo puede, es eterno y demás zarandajas, y que, encima, es femenina o femenino, como prefieran, gramaticalmente me parece que lo correcto sería "femenino", pero a mí, y aquí y ahora, me gusta más poner "femenina". Al loro, no "creemos" que Dios exista ni nos dejaríamos embaucar por tonterías de semejante estilo, sino que tan sólo pensamos, pensamos, sí, que existe. 

¿En qué nos basamos para hacer tales afirmaciones? Pues no sé muy bien cómo explicarme, así que sencillamente os diré esto: ¡Vuestro Einstein ya os dio la Fórmula de tal Dios, atontolinadas!

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E=mc2
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y ya está, eso es lo único que tiene existencia real, la Energía, que es eterna, ni se crea ni se destruye, sin ella o al menos su presencia nada se puede hacer, con ella todo lo imaginable puede llegar a realizarse o hasta existir, está en todas partes a la vez, y por supuesto (aquí tenían razón las panteístas), todas y todo lo que existe formamos y forma parte de ella, incluso los seres que menos nos gusten, pues estamos constituidas de ella, y nada puede existir ni existe al margen de ella. ¡Ah!, y "Energía" es femenino o femenina, ¿recuerdan? 

Claro, una cosa es la evidencia de la existencia de algo de tales características, y otra muy diferente es la de si ese conjunto de todo lo que existe tiene o no consciencia propia. Ahora bien, esta última cuestión entendemos que queda totalmente fuera del alcance de nuestras capacidades de conocimiento y comprensión, como el llegar a elucubrar sobre la posible existencia de nuestra mente como ente diferenciado y autoconsciente sería sencillamente inasequible para cualquier modesto glóbulo blanco, inesperadamente dotado de capacidades de razonamiento, que habitara en nuestra sangre, por más que en sus desplazamientos quizá hubiera llegar a contemplar los llamativos destellos químico eléctricos que acontecen en nuestro cerebro. 

Ya sería un notable paso que tal leucocito filósofo se pudiera ni siquiera llegar a haber planteado que su modesta entidad individual forma a su vez parte de un cuerpo físico organizado y funcional, así que como para que el pobre pudiera llegar a colegir nada mucho más allá. Sólo existe el cuerpo, afirmaría muy probablemente tal racional leucocito, pero habría llegado a tal conclusión porque un hecho como la consciencia quedaría para él en todo momento, como ente carente de racionalidad que sabemos que en realidad es, más allá del umbral de lo meramente deducible a partir de sus experiencias físicas directas. 

Por todo ello, y mientras sigamos siendo solamente seres humanos, pensamos que la cuestión de la presumible auto consciencia o no del conjunto de todo lo que existe quedará para siempre como irresoluble y fuera de nuestro alcance de determinación. Pero lo que en principio parecería muy poco razonable es negar la más que probable realidad de la existencia de tal Consciencia, si ya algo universalmente tan insignificante como los seres humanos es evidente que la tenemos, y cuando ni siquiera se la negamos ni se la podemos negar absolutamente del todo al modesto y zurdo electrón. ¿Qué sentido tendría, entonces, el negársela al conjunto de todo, todo, todo? 

Nada que ver todo esto, por supuesto..., con el abominable, entrometido metomentodo y tiránico dios de Israel, aunque bueno, siempre habremos de reconocer que, gracias a aquel encontronazo, al menos se pusieron en nuestro conocimiento los once primeros capítulos del Génesis, si bien parece que ni él ni la otra única parte de la Revelación, los capítulos del doce en adelante del Apocalipsis, tampoco os resultaron de gran ayuda, dado que quienes los entendieron poco provecho le sacaron, y mayoritariamente pensaron, de forma equivocada, pero consiguiendo imponer socialmente su criterio, que el objetivo que tenía el texto de "San Juan" era el de que se cumpliera todo al pie de la letra, en vez de comprender que lo que verdaderamente se buscaba era vuestra rebelión, a fin de evitaros y evitarle a la Humanidad tal catástrofe y tal reinicio otra vez a partir de cero. 

Porque ése y no otro era el objetivo común a superar como especie, el evitar seguir repitiendo el capítulo once del Génesis, la Torre de Babel, de la que pensamos que esta vez, año 3.434 de nuestra era, ya hemos salido por fin de una vez por todas, si bien la cosa va lenta, lenta, como suele suceder, y aún estamos muy cerquita de sus umbrales. Pero, si bien sí que volveremos sobre las "Sagradas Escrituras", no nos distraigamos por ahora más del hilo conductor principal que estábamos examinando, y regresemos a su senda, a ver lo que pueda aún dar de sí. 

La más que probable existencia de esa Consciencia Suprema del conjunto de absolutamente todo parece tener importantes visos de verosimilitud, vale, pero, de cara a la metaciencia, tema central de esta larga exposición, ¿cambiaba ello algo las cosas? En principio, no tendría por qué ser así, puesto que no solamente sería perfectamente compatible la existencia de esa Consciencia con la irrealidad de todo aquello que nuestros sentidos no puedan percibir ni nuestros instrumentos medir, sino que, por el contrario, precisamente lo único que se había logrado demostrar era que, de existir, "Dios" era "material", bien "material" y, por lo fehacientemente constatado hasta aquel entonces, exclusivamente "material". 

Atención, no obstante, y no nos vayamos a perder, ya que puede ser oportuno recordar aquí que previamente hemos quedado en que la materia, a su vez, no es sino una manifestación más de la energía, eso es lo que nos dice también, más a las claras imposible, ese 
E=mc2. 

Así que aquello más bien parecía, para aquellas admirables y abnegadas primeras científicas metafísicas, una vía muerta de investigación. Sin embargo, ya de puestas, su planteamiento fue, antes de abandonar definitivamente la cuestión, y dejando al margen presuntas o bien reales autoconsciencias, el de intentar profundizar un poco más en lo que conocíamos de la íntima naturaleza de ese absolutamente real Ser Supremo que es el Universo. 

¿Cómo está la cosa? Hoy volvemos a no conocer sus límites reales. El descubrimiento de fuentes de radiación electromagnética mucho más alejadas de lo que preveían y permitían los postulados del Big-Bang hizo imprescindible someter a revisión buena parte de los conocimientos más avanzados sobre el tema, y finalmente se comprendió que lo que en un principio se había tomado y se tuvo por único y primigenio huevo cósmico de materia y energía del que todo emanó no había sido, en realidad, nada más que una simple eventualidad o fenómeno local (¡aunque menudo fenómeno!), dentro de un Universo incomparablemente más amplio y en el que, a lo largo aparentemente de la eternidad, iban teniendo lugar, aquí y allá, nuevos big-bangs siempre que, por los imparables procesos inerciales de la ley de la gravitación universal, se iban produciendo condensaciones de masa que solamente podían acabar en un tan formidable estallido como es un big-bang, que así se los sigue denominando, algo de léxico, aparte de cierta dinámica o mecánica concretas en la construcción de neologismos, sí que nos dejó el inglés como, por establecer una analogía, igualmente lo hizo en vuestros remotos tiempos el árabe en esta península donde se halla Ciudad Capital. 

Pero aquí vino la primera importante contribución del pensamiento y la ciencia metafísicas al acervo del saber, ya que sugirió una respuesta, una navaja de Ockham más, a una pregunta que hacía miles de años que perduraba, la de qué pasó con la mayor parte de la condensación de materia que dio lugar a nuestro, y a cualquier, big-bang, ésa que luego nos faltaba para que el fenómeno llegara a poder ser reversible y pulsante, lo de la materia oscura y tal. 

¿Cómo fue posible que no se comprendiera antes, si hasta hoy en día nosotras lo explicamos con idénticas palabras a las de vuestro libro más común en vuestros hogares? Vete a saber. El caso es que, según las hipótesis de las metacientíficas, lo que pasó sencillamente fue:

 . 
¡¡¡ Hágase la Luz !!! 
. 

¡Y vaya si se hizo!, así fue como la mayor parte de la primigenia masa se alejó del centro del big-bang, en forma de luz, en forma de radiaciones electromagnéticas y, muy previsiblemente y sobre todo, en formas energéticas no detectables por los sentidos o aparatos humanos de medición y detección pero, como todo, regido por la ley de la gravedad. Al final, "materia oscura" tampoco resultó ser tan mala denominación porque, desde luego, a simple vista no se puede ni nunca se podrá ver nada de ella. 

Aunque hoy sabemos que en realidad tal big-bang local no es, como tal, pulsante, porque de todas formas escapó del entorno demasiada masa, la hipótesis de las metacientíficas no entraba en contradicción con la ley de la gravedad, ya que solamente podemos determinar los valores absolutos de las masas de nuestro sistema planetario o de cualquier sistema estelar binario, o más, o que tenga un sistema planetario, siempre que esté lo suficientemente cerca como para que podamos establecer las distancias que separan entre sí a los distintos astros del sistema y sepamos el tiempo que tardan en cada revolución.


Pero ahí se acaba todo, porque aunque también podemos hacer estimaciones sobre la que probablemente sea la masa de nuestra galaxia y, por analogía, la del resto de tales formaciones estelares, detectar, detectar, lo que se dice detectar, solamente podemos detectar la gravedad de nuestro sistema solar, del resto podemos saber o presumir la masa en los casos reseñados, pero no detectamos de modo perceptible y visible su gravedad, por lo que tampoco detectaríamos gravitacionalmente la de un Parauniverso salvo que de algún modo fueran a coincidir sus condensaciones de energía espacio-temporalmente con las nuestras, y siempre y cuando en tal Parauniverso existan condensaciones similiares y no sea todo él (o ella) un simple conglomerado de energía más o menos homogéneo, el éter que tanto buscasteis otrora y sobre el que, a nuestro criterio, tan pronta y tontamente dejasteis de seguir investigando su posible existencia o no... 


---[ ¿Continuará? Vosotros y vosotras diréis :-) ]---


saludos cordiales. 
ET &forrest gump. 
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